LOS MÁRTIRES: Los suplicios a que condenaban a los cristianos eran horribles. Los que gozaban del derecho de ciudadanía, eran decapitados; los demás eran arrojados a las fieras en el circo, quemados vivos, crucificadas o atormentadas con el refinamiento propio de la antigua barbarie.
Los verdugos no respetaban ni edad ni sexo. Sentaban a los ancianos en sillas de hierro candente. Jóvenes vírgenes eran desgarradas por leones o muertas a cornadas por los toros; y esos espectáculos horrorosos deleitaban a la gentualla. Pero los condenados no se retractaban.
Consideraban la muerte como un favor de Dios que les permitía declarar públicamente que eran cristianos. Eran mártires, es decir testigos de la divinidad de Cristo. Bendecían a sus verdugos, y a menudo se presentarían espontáneamente el suplicio. El primer mártir fue san Esteban, uno de los discípulos de Cristo, que lo apedrearon los judíos. Gran número de fieles pereció en todo el imperio por orden de los magistrados romanos. La iglesia ha conservado piadosamente su memoria en un libro titulado Martirologio Cristiano.
PROGRESO DEL CRISTIANISMO: Las persecuciones parecían haber producido un efecto; contrario al que se esperaba. « Cuanto más males nos hagan sufrir, dice el cristiano Justino, tanto más se multiplica el número de fieles. » Al principio, las conversiones fueron más numerosas en el mundo griego que en el romano, porque la cultura griega disponía mejor los espíritus al idealismo que las costumbres positivas de los romanos. De aquí que el griego fuera, durante largo tiempo, la lengua de los primeros cristianos. En Roma, la nueva doctrina se propagó principalmente entre la plebe, los libertos y las mujeres de la aristocracia, como Acté, la favorita de Nerón, o Domitila, la sobrina de Domiciano.
Esta religión de << tejedores, bataneros y zapateros >>
fue extendiéndose poco a poco en todas las clases de la
sociedad, y, menos de dos siglos después de Jesucristo,
Tertuliano podía escribir: « Somos de ayer solamente y ya
llenamos cuanto os pertenece, ciudades, islas, guarniciones,
municipios, asambleas y hasta los mismos campamentos. » Era casi
un estado en el estado. Un emperador previendo que en aquella
gente tenía una fuerza considerable, quiso servirse de ella, y
empezó por reconocer oficialmente la existencia de la religión
cristiana; ese emperador fue Constantino.
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LA HISTORIA Y SUS PROTAGONISTAS: GRECIA, ROMA Y LA EDAD MEDIA |
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