LA VIDA EN ROMA: Los ricos desocupados y elegantes buscaron la manera de compensar la falta de actividad política con las atenciones de la vida mundana.
Esta manera de manifestarse la vida de relación o de sociedad es una novedad en la historia. Se hacían y devolvían visitas, se invitaba a comidas suntuosas y a fiestas en las que tornaban parte mujeres que hacían caso omiso de las costumbres severas de la antigua Roma. Se viajaba y se iba a los baños de mar o al campo. Toda una literatura de salón cartas, madrigales, pensamientos y moralejas floreció en Roma. También estuvo en boga reunir a los amigos para leerles las producciones del anfitrión. El lector declamaba y aunque los oyentes se dormían, la urbanidad exigía que se aplaudiera de cuando en cuando, lo cual se asemejaba mucho a las conferencias y lecturas que se dan en no pocos salones literarios de hoy en día.
La gente del bronce se hacinaba en las tabernas (popinx) para embriagarse con los sones de las músicas orientales aplaudiendo a acróbatas y a bailarinas.
Los bebedores, menos groseros de ordinario que los griegos,
frecuentaban los establecimientos de bebidas calientes. Muchas
personas se daban cita en los paseos, donde formaban corrillos
para discurrir y murmurar.
Había dos clases de paseos: los jardines y los pórticos. Los
primeros, que se extendían en ambas orillas del Tíber y en las
laderas de las colinas cercanas; eran numerosos, porque las
familias notables y los emperadores tenían gusto de que el
público frecuentara esos parques que llevaban los nombre de sus
dueños.
Los pórticos eran paseos cubiertos o galerías que rodeaban ya un jardín, ya un edificio público. Un lado estaba cerrado por una pared, en el otra, sólo columnas soportaban las vigas del tejado, tal como en los claustros de los conventos. En el Campo de Marte se contaban unos veinte pórticos, muy largos y espaciosos, que cubrían una superficie de muchos kilómetros. Las columnas eran de mármol raro, el suelo estaba enlosado con vistosos mosaicos y, en las paredes, era frecuente que hubiera cuadros y estatuas.
UN ESTABLECIMIENTO DE BAÑOS. –
Restauración de la época del Renacimiento.
A la derecha, la sala de baño propiamente dicha, con una bañera.
A la izquierda, la estufa para transpirar. Se subía o balaba los
escalones, según los grados de calor que se deseaban. Las salas
estaban calentadas por debajo.
Como allí se estaba al abrigo de la lluvia y del sol, eran los
lugares más concurridos durante el día.
En Roma se generalizó la costumbre de ir a las termas o baños
públicos. Había unos novecientos, y algunos de ellos, como las
Termas de Caracala, eran inmensos monumentos, que cubrían una
superficie de 224,000 metros. En las citadas termas, había una
piscina para tres mil personas. Se tomaban baños fríos,
calientes y baños de vapor.
Lo corriente era que se empezara por un baño frío en una piscina llamada frigidario, que después se pasara a una estancia más templada, el tepidario, y que, por último, se fuera a la estufa o caldario. Los bañistas se entregaban en seguida al heñidor para el maznaje y la aplicación de unturas depilatorias, cuidados que los romanos, por llevar los brazos y piernas desnudos, consideraban necesarios.
Los baños se
calentaban por medio de caloríferos construidos en los
subterráneos. No se iba a los baños solamente para bañarse, sino
para charlar con los amigos. Allí había salas de lectura, de
esgrima, peluquerías y hasta conferenciantes y cantores; huelga
decir que en aquellos lugares había bullicio y animación
extraordinarios
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LA HISTORIA Y SUS PROTAGONISTAS: GRECIA, ROMA Y LA EDAD MEDIA |
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