ESPARTA Y LOS PERSAS
A pesar de las faltas que cometieron los atenienses, Esparta no hubiera podido con sus propias fuerzas dominar a su rival. Esparta era, en efecto, muy temible por tierra, pero Atenas lo era por mar.
Precisaba destruir la fuerza naval de Atenas para impedir que ésta recibiera los cereales de Tracia y el dinero de los jonios. Ese fue el plan del espartano Lisandro que, como según el decir de Plutarco, sabia coser la piel del león con la del zorro, no vaciló en aliarse a los personas. Éstos, que encontraron la oportunidad favorable de vengar los antiguos descalabros, facilitaron al general espartano el dinero y las naves que le permitieron ganar la batalla de Egos Pótamos.
El oro persa se adueñó desde entonces de las ciudades griegas, puesto que sirvió para mantener la desunión entre ellas; atenienses y tebanos lo recibieron para sublevarse contra Esparta, y ésta lo empleó para dominar a Grecia; empero, el Gran Rey bien pronto exigió de ellos el precio de sus servicios y obtuvo de Esparta el tratado de Antálcidas, que anulaba el de Cimón y ponía a los griegos de Asia bajo la coyunda persa.
Esta vergüenza que Esparta infligió a Grecia, fue para los
persas el desquite de aquellas derrotas de las guerras médicas.
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LA HISTORIA Y SUS PROTAGONISTAS: GRECIA, ROMA Y LA EDAD MEDIA |
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